El Parlamento Europeo ha dado luz verde definitiva a la nueva Directiva de Vigilancia y Resiliencia del Suelo. Su votación del 23 de octubre en Bruselas supone el establecimiento, por primera vez, de un marco común y armonizado dentro de la Unión Europea para diagnosticar, monitorizar y gestionar la salud edáfica.
Se trata así, de una pieza legislativa angular dentro del Pacto Verde Europeo que tendrá repercusiones directas sobre la gestión agronómica, la sostenibilidad de los ecosistemas productivos y la garantía de la seguridad alimentaria a largo plazo.
Un marco temporal y objetivos hacia 2050.
La normativa, que entra en vigor a los 20 días de su publicación en el Diario Oficial de la UE, activa una cuenta atrás para los Estados miembros, quienes dispondrán de un plazo de tres años para trasponerla a sus ordenamientos jurídicos y poner en marcha los mecanismos de vigilancia.
El horizonte temporal es ambicioso pero necesario: lograr que la totalidad de los suelos europeos alcancen un estado saludable para el año 2050. Este objetivo se alinea estrictamente con la estrategia de contaminación cero y los compromisos climáticos internacionales, reconociendo al suelo no como un mero soporte físico, sino como un sistema vivo no renovable a escala humana.
Implicaciones técnicas para el sector productor.
Desde la perspectiva de AEFA, es fundamental analizar la letra pequeña de la Directiva para entender su impacto real en el campo. Valoramos positivamente que el texto aprobado no transfiera nuevas obligaciones burocráticas directas ni cargas administrativas inmediatas a los agricultores o propietarios forestales, una preocupación constante en el sector.
Sin embargo, la norma sí obliga a las administraciones nacionales a implementar sistemas robustos de monitorización. Esto implica que la salud del suelo dejará de ser un concepto abstracto para medirse mediante descriptores físicos, químicos y biológicos concretos.
En este nuevo escenario, los Estados miembros deberán desplegar estructuras de apoyo técnico que incluyan asesoramiento independiente y programas de formación continua para el desarrollo de capacidades en el manejo del suelo.
Asimismo, se fomentará la investigación e innovación en el uso de agronutrientes y prácticas de manejo sostenible, evaluando periódicamente el impacto económico que estas medidas puedan tener sobre la rentabilidad de las explotaciones agrícolas y silvícolas.
Nuevos parámetros, de los nutrientes a los contaminantes emergentes.
Desde el punto de vista agronómico, la Directiva introduce un salto cualitativo en la analítica de suelos. Además de los parámetros de fertilidad convencionales, la legislación pone el foco en la detección de contaminantes emergentes.
En este contexto, es especialmente relevante la inclusión de los microplásticos y nanoplásticos en los protocolos de vigilancia, reconociendo el riesgo que suponen para la estructura y la biota del suelo.
En esta misma línea, la Comisión Europea tiene el mandato de publicar una lista indicativa de estos contaminantes en los 18 meses posteriores a la entrada en vigor de la norma. Esto obligará a la industria de los insumos y a los técnicos de campo a ser mucho más rigurosos en la selección y recomendación de productos, priorizando aquellos que garanticen la máxima pureza y respeto por el medioambiente.
El suelo como activo estratégico en riesgo.
Los datos científicos que respaldan esta iniciativa son contundentes: el suelo sustenta el 95% de la producción de alimentos, alberga más de la cuarta parte de la biodiversidad terrestre y funciona como el mayor sumidero de carbono del planeta.
Pese a su importancia crítica, más del 60% de la superficie edáfica de la Unión Europea presenta actualmente indicadores de degradación preocupantes, impulsados por la erosión, la pérdida de materia orgánica, la salinización y el sellado por urbanización.
En este sentido, la normativa también aborda principios para mitigar la ocupación del suelo, poniendo énfasis en evitar la pérdida de la capa fértil debido al desarrollo de infraestructuras, siempre respetando las competencias nacionales en materia de ordenación del territorio.
La visión de AEFA sobre la tecnología e insumos para la regeneración.
Para AEFA, esta Directiva no debe verse como una amenaza, sino como una oportunidad para revalorizar el suelo como el activo más importante del agricultor. Un suelo sano es sinónimo de mayor eficiencia en el uso de agua y nutrientes, y por tanto, de mayor rentabilidad y resiliencia ante eventos climáticos extremos.
Defendemos que la implementación de la norma debe venir acompañada de políticas de incentivo y no de sanción. Es aquí donde la industria de los agronutrientes juega un papel determinante.
Los productos bioestimulantes, tanto microbianos como no microbianos, así como las nuevas generaciones de fertilizantes y soluciones de biocontrol, son herramientas tecnológicas indispensables para la regeneración de suelos agotados. Su uso racional y tecnificado permite restaurar la actividad biológica y mejorar la estructura del suelo, alineándose perfectamente con los objetivos de salud edáfica que marca Europa.
Por todo ello, desde AEFA, reafirmamos nuestro compromiso de colaboración público-privada para asegurar que esta Directiva se traduzca en una mejora competitiva para el agro español. La salud del suelo ha dejado de ser una variable ambiental para convertirse en un factor de producción decisivo, y nuestra industria está preparada para aportar las soluciones que este nuevo modelo exige.