Orientado hacia la sostenibilidad y en el contexto de eficiencia que marcan directrices europeas como el Pacto Verde o la estrategia De la Granja a la Mesa, los bioestimulantes agrícolas son herramientas biotecnológicas fundamentales. Como es sabido, su función principal no es nutrir en el sentido clásico, sino mejorar la eficiencia en el uso de nutrientes, la tolerancia al estrés abiótico y la calidad de los cultivos, optimizando así los procesos fisiológicos de las plantas.

Dentro del amplio espectro de estas sustancias, los productos bioestimulantes de origen no microbiano, como las sustancias húmicas y los extractos de plantas, por ejemplo, ocupan una posición destacada.

Formulados a base de extractos de algas marinas.

En este grupo, los formulados a base de extractos de algas marinas, y en particular los derivados de las algas pardas (clase Phaeophyceae), poseen una relevancia técnica y comercial debido a su compleja composición bioquímica y su probada eficacia en los cultivos sobre los que son aplicados.

Es sabido que las algas pardas son organismos que crecen en entornos de alto estrés, como las zonas intermareales, donde sufren constantes fluctuaciones de temperatura, salinidad, radiación UV y desecación. Para sobrevivir en estas condiciones, han desarrollado a lo largo de su evolución, una metabólica capaz de sintetizar complejos compuestos bioactivos. Este «fitocomplejo» es precisamente lo que las convierte en una materia prima de excepcional valor para la agricultura.

Desde un punto de vista botánico, aunque existen un gran número de especies de algas pardas, la industria de los bioestimulantes se ha centrado en aquellas que ofrecen una mayor concentración y un perfil más interesante de compuestos activos. Como hemos avanzado, estas especies pertenecen principalmente a la clase Phaeophyceae.

Especies más utilizadas en la formulación de bioestimulantes.

La selección de la especie de alga es un factor determinante en la composición final y, por tanto, en el modo de acción del bioestimulante. Entre las más utilizadas en la industria destacan:

El Ascophyllum nodosum: Posiblemente la especie más investigada y utilizada a nivel global. Crece de forma abundante en las frías costas del Atlántico Norte. Su exposición al estrés del ciclo de mareas la induce a producir altas concentraciones de manitol y ácido algínico, polisacáridos que juegan un papel crucial en la osmorregulación y en la protección contra el estrés hídrico y salino de las plantas tratadas. Además, es una fuente importante de betaínas y presenta un perfil hormonal equilibrado que favorece procesos fisiológicos generales, desde la germinación hasta el cuajado de frutos.

La Ecklonia maxima: Originaria de las costas de Sudáfrica, esta alga parda gigante es especialmente reconocida por su perfil fito-hormonal. Los extractos obtenidos a partir de ella, presentan de forma natural una alta relación de auxinas sobre citoquininas. Esta característica la convierte en una herramienta idónea para la estimulación del desarrollo radicular, tanto en la raíz principal como en las secundarias y pelos absorbentes.

La Laminaria spp.: Este género de alga agrupa a varias especies (como Laminaria digitata o Laminaria hyperborea) que habitan en aguas más profundas que A. nodosum. Su composición es rica en carbohidratos, como la laminarina, un polisacárido conocido por su capacidad para inducir las respuestas de defensa de la planta. También contienen manitol y una notable diversidad de minerales y oligoelementos que, aplicados al cultivo, pueden activar rutas metabólicas y enzimáticas, mejorando la vitalidad general de la planta.

El Fucus spp.: Especies como Fucus vesiculosus o Fucus serratus son también comunes en las costas atlánticas. Se caracterizan por su contenido en fucoidan, otro polisacárido sulfatado con actividad elicitadora, es decir, capaz de activar los mecanismos de defensa naturales de la planta frente a ciertos estreses.

El valor de los extractos de algas pardas.

El valor de los extractos de algas pardas no reside en la acción aislada de un único compuesto, sino en la sinergia que se produce entre todos los componentes de su fitocomplejo.

El ácido algínico mejora la estructura del suelo y la disponibilidad de nutrientes; el manitol y las betaínas confieren tolerancia al estrés osmótico; los polifenoles aportan capacidad antioxidante; y las sustancias con actividad hormonal modulan el crecimiento y desarrollo vegetal.

La aplicación de estos extractos en los momentos fenológicos determinados, permite a los agricultores gestionar de forma proactiva el potencial productivo del cultivo. Su uso se traduce en una mayor eficiencia de la fertilización, una reducción del impacto negativo de olas de calor o sequías moderadas, y una mejora tangible en los parámetros de calidad de la cosecha, como el calibre, el color, el contenido en azúcares (∘Brix) o la vida útil postcosecha.

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