Los bioestimulantes se han convertido en una especialidad fundamental para optimizar el rendimiento y la calidad de los cultivos. En términos generales, son sustancias o microorganismos que, aplicados a las plantas o al suelo, estimulan los procesos naturales de las plantas, mejorando la absorción y asimilación de nutrientes, la tolerancia al estrés abiótico y, en última instancia, la calidad y el rendimiento de los cultivos.

Dentro de esta amplia categoría, podemos distinguir dos grandes grupos: los bioestimulantes bacterianos y los bioestimulantes no bacterianos. En este artículo, nos centramos en los no bacterianos.

¿Qué son los bioestimulantes agrícolas no bacterianos?

Los bioestimulantes no bacterianos se definen como aquellas sustancias o compuestos, de origen orgánico o inorgánico, que no contienen bacterias viables y que ejercen un efecto positivo en el crecimiento y desarrollo de las plantas.

A diferencia de los bioestimulantes bacterianos, que basan su acción en la actividad metabólica de las bacterias y hongos, los no bacterianos actúan a nivel molecular o celular, estimulando procesos fisiológicos específicos sin aportar nutrientes directamente.

Tipos de bioestimulantes no bacterianos.

Podemos clasificar estos bioestimulantes según su origen y composición. En este contexto, y a modo de ejemplos, estarían los extractos de algas, ricos en polisacáridos, fitohormonas (auxinas, citoquininas, giberelinas), aminoácidos, vitaminas y otros compuestos bioactivos. Ejemplos de algas utilizadas son Ascophyllum nodosum, Laminaria digitata y Ecklonia maxima.

Los ácidos húmicos y fúlvicos, como sustancias derivadas de la descomposición de la materia orgánica, que mejoran la estructura del suelo, la disponibilidad de nutrientes y el desarrollo radicular.

Los aminoácidos y péptidos, siendo componentes básicos de las proteínas, que actúan como señalizadores celulares, mejorando la síntesis de proteínas, la fotosíntesis y la tolerancia al estrés.

Mecanismos de acción en las plantas cultivadas.

Los bioestimulantes no bacterianos actúan a través de diversos mecanismos, entre los que destacan la modulación de la actividad hormonal, influyendo en la síntesis y el equilibrio de las hormonas vegetales, como auxinas, citoquininas, giberelinas y ácido abscísico, regulando el crecimiento, el desarrollo y la respuesta al estrés.

También en la mejora de la absorción y asimilación de nutrientes, facilitando la movilización de nutrientes en el suelo y su transporte dentro de la planta, optimizando la nutrición y el metabolismo.

Otros dos mecanismos de acción son el aumento de la eficiencia fotosintética, lo que se traduce en una mayor producción de biomasa y rendimiento; y la inducción de la resistencia a estrés abiótico, porque protegen a las plantas frente a condiciones adversas como sequía, salinidad, temperaturas extremas y metales pesados.

Es importante destacar que la eficacia de los bioestimulantes no bacterianos depende de diversos factores, como el tipo de cultivo, las condiciones ambientales, la dosis y el momento de aplicación. Por ello, es fundamental realizar un uso técnico y responsable, basándose en estudios científicos y recomendaciones de profesionales.

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