Breve historia de los avances tecnológicos en la producción agrícola.
Todos los sectores primarios han ido evolucionando a lo largo de la historia. Centrados en la agricultura, esta no ha sido una excepción, si bien, se puede afirmar que, durante estos cincuenta últimos años, su avance tecnológico está siendo exponencial.
Para darnos una breve historia de los avances tecnológicos en la producción agrícola en estas últimas décadas, entrevistamos a Fernando Cuenca, CCO de la empresa de comunicación Condelmed y conocedor de esta materia por su etapa de productor y posteriormente de relación con la comunicación de empresas productoras hortofrutícolas, ornamentales y áreas verdes, así como de las de desarrollo de tecnología para la producción vegetal.
Como introducción ¿Cuándo se produce los grandes los avances tecnológicos en la producción agrícola?
El avance tecnológico agrícola, como tal, se va produciendo a lo largo de la historia de la humanidad. Por poner un solo ejemplo, el uso de algas como enmienda agrícola en la agricultura, sus primeras referencias datan de China en el año 2700 a. C. y ya en Europa, se extiende su uso agrícola desde el siglo XII. Hoy, en el sigo XXI tramos los extractos de algas como bioestimulantes para las plantas.
Si tenemos que poner una fecha como punto de inflexión en estos avances, se puede situar en mediados del siglo pasado, que suena lejano, pero realmente estamos hablando de tan solo 60 o 70 años. Y es a partir de la década de los 80 cuando entramos de lleno en un verdadero ritmo de cambio.
Visto así, realmente estamos hablado de un periodo de unos 50 años, equivalente a dos generaciones y lo que me llama poderosamente la atención es que gran parte de los profesionales de estos avances tecnológicos siguen a día de hoy en activo y haciendo historia.
Y hablando con ellos, como anécdota, se desprende la sensación de que han vivido dos mundos agrícolas: el inicial tradicional y el actual. Con reglas de juego muy distintas, que a veces, les preocupan.
¿Hay hitos destacables?
Si y muchos. En el ámbito de fertilización, todos los años, cada 13 de octubre, se nos recuerda con la celebración del Día Mundial de los Fertilizantes que estos han cambiado el mundo. Esta fecha coincide con el aniversario de la patente de Haber-Bosch, proceso tecnológico con el que se sintetiza el amoniaco y que entre otros usos permite producir fertilizantes a partir del nitrógeno atmosférico. Haber-Bosch hace alusión a Fritz Haber y Carl Bosch. El primero fue quien patentó el proceso mientras que el segundo lo comercializó en 1910, recibiendo ambos el premio Nobel de Química en 1918 y 1931 respectivamente.
En el campo de la genética ha sido la entrada en escena de los híbridos. Podemos seguir más adelante con los transgénicos, pero centrados en los primeros, han supuesto una revolución varietal sin precedentes. Nunca los lineales de las secciones de frutas y hortalizas han gozado de tanta diversidad. Si a ello se le suma el concepto de la contraestación y tecnologías de cultivo protegido, el concepto de producto de estación se diluye porque el consumidor puede disponer de ellos los 365 días del año.
Y por hacer una mirada más actual, los avances en informática, equipos de análisis y medición, etc. asociados a internet, nos llevan a una agricultura que es etiquetada como la agricultura 4.0 o la agricultura digital. Toda ella plena inmersión en el Internet de las cosas (IoT – Internet of Things).
Visto así ¿Qué tecnologías han participado activamente en este avance para la producción agrícola?
La respuesta es sencilla: en todos. Porque todos forman uno, dada su fuerte interacción. Podemos afirmar que se retroalimentan.
Es más, estas tecnologías son implantadas en todas las áreas donde se cultiva una planta: en mundo de la fruticultura, la horticultura, la forrajera, el ornamental y de áreas verdes, deportivas, paisajísticas y forestal.
Con todas ellas, aunque siempre está la agricultura catalogada como tradicional, por mucho que esta sea avanzada, ya hace años que las explotaciones agrícolas son empresas (como otros modelos fabricantes) con base de cultivos de alto rendimiento.
Y por citar ejemplos de áreas tecnológicas. se entienden la genética, la agronutrición y bioestimulación, equipos de control climático, riego, sustratos, fitosanitarios, maquinaria de producción, cosecha y postcosecha, … y ya más recientemente la informática aplicada a la agricultura.
¿Un cultivo de alto rendimiento es el realizado en invernadero?
Inicialmente, esta expresión invita a pensar que sí. Pero la realizad es más compleja. El concepto de alto rendimiento se aplica a cultivos tanto realizados bajo cubierta como al exterior. Todos comparten los mejores recursos tecnológicos empleados en cultivo para optimizar los tiempos, calidad y rentabilidad. Los resultados se transmiten a toda la cadena de valor.
Evidentemente, en los cultivados bajo invernadero con control climático, nada se deja al azar. Se llega incluso se ajustan las variables propias del clima exterior (temperatura, lluvia, luz, viento, humedad relativa, etc.), actuando como verdaderas industrias.
Al exterior, la mecanización de labores culturales desde la siembra a la recolección, pasando por la gestión de la tierra, el riego y la fertilización, permiten llegar a ese objetivo de máximo rendimiento.
Destacar que, en todos los casos, hay un factor que condiciona enormemente el uso de las tecnologías en cultivo. Se trata de otro factor tecnológico: la genética de las plantas cultivadas.
¿Tan importante es la genética?
Tanto que las empresas genetistas y comercializadoras material vegetal, no dicen tanto que venden semillas, planteles, plantones, esquejes, etc. sino que venden genética.
Pongamos un ejemplo y siempre con gran dosis de generalización (variedad, época de cultivo, etc.). Una semilla de una variedad híbrida determinada de tomate, según donde y cómo se cultive, puede producir desde más de 15 kilos por planta a no producir ninguno. Toda la técnica y manejo de la misma, volcada en su cultivo, condicionará los resultados.
Hablando de fertilización y siguiendo con el ejemplo del tomate. En una dinámica por la especialización, la producción monovarietal conlleva planes agronutricionales específicos desarrollados para una variedad, que no sirven para otra.
Con la mejora de la genética se ha conseguido ampliar el juego varietal, aportando nuevos tipos de productos, llevando alguna variedad a ser por si misma una especialidad gastronómica.
También es cierto que, estas mejoran no siempre van asociadas a la excelencia. Se puede ganar en resistencias, aspectos físicos del producto, uniformidad de producción, larga vida postcosecha, etc. y perder en valores organolépticos.
Pero también es cierto, que ha cambiado el perfil del consumidor y no es de extrañar que el buen sabor de un tomate solo sea detectado por personas de cierta edad, que sí tuvieron el privilegio de degustarlos hace unas pocas décadas.
Siguiendo con las tecnologías ¿Qué nos puede decir de los sustratos?
Sustratos y tierras, que no son lo mismo, pero ambos tienen su apasionante historia en el tiempo.
El sustrato como tal está lleno de variantes. En el ámbito ornamental, se pasó de la mezcla de tierra de campo con subproductos del mismo, con el objetivo de mejorar su composición y cualidades físicas y químicas para el cultivo en maceta, a la entrada en escena de la turba, quien adquirió la hegemonía en su uso. Esta, inicialmente pura con un pH bajo y sin fertilizar, para mejorar el trabajo de los agricultores que debían neutralizarla, se pasó a sustratos formulados listos para su uso que contemplaban hasta la especialidad para según que tipos de plantas.
Por temas medioambientales y evitar expolios de recursos naturales, la utilización de la turba, está siendo sustituida por otros materiales procedentes de otras fuentes, en la que se contempla la economía circular. Aquí, como en el área de la horticultura y fruticultura en contenedor, la fibra de coco antes mencionada, es un protagonista joven en entrar en escena.
En horticultura, especialmente la realizada bajo invernadero, el sustrato adquirió nombre propio a partir de la década de los 80 y 90 con los conceptos denominados cultivo sin suelo o cultivo hidropónico.
Materiales como la perlita, la lana de roca, la arena, el picón (grava volcánica), arena, arcilla expandida, etc. y más recientemente la fibra de coco, han permitido cultivar al margen de la tierra tradicional. Esto ha aportado grandes ventajas, sin ser la única opción al cultivo intensivo de alto rendimiento. De hecho, ciertos materiales han o están perdiendo protagonismo unos frente a otros.
En este concepto de cultivo sin suelo, también debemos contemplar en sistema NFT, que consiste en el cultivo cuyas raíces se encuentran en contacto con la recirculación constante de una delgada lámina de solución nutritiva.
En todos los casos, la fertilización es fundamental porque estamos en un cultivo sin suelo vivo. Un suelo inerte (salvo en el NTF que ni existe) cuyo aporte de nutrientes debe estar perfectamente diseñado para la correcta nutrición de la planta. Formulaciones avanzadas, dosis de aplicación ajustadas, equilibrios acordes al estado fenológico de la planta, etc. todo un método puesto a punto y gestionado por personal técnico.
¿Y la tierra?
Sí. Esta, ha pasado de verse como un elemento estático natural donde se cultivaba a verlo como un suelo vivo que hay que cuidar. Un suelo sano es todo un ecosistema vivo y dinámico, compuesto por materia inorgánica, orgánica y seres vivos de todo tipo: desde microorganismos (algas, bacterias, hongos, …) a animales que pueden observarse a simple vista. Toda esta vida interactúa entre sí formando la red alimentaria del suelo (o red trófica edáfica), de la que depende la propia biodiversidad de la zona.
Empresas, muchas de ellas perteneciente a AEFA, han y están trabajando en el área de los microorganismos beneficiosos para las plantas, así como formulados bioestimulantes que permitan interactuar en la nutrición vegetal siendo aliados de la vida del suelo.
¿Qué papel juega la fertilización en estos avances?
Los fertilizantes han cambiado el mundo. Se puede afirmar que es, junto con la genética, un actor tecnológico principal. Nunca ha parado de evolucionar y como ejemplo, comenzábamos mencionando el uso de algas como enmienda agrícola en la agricultura allá por el año 2700 a. C. y hoy se formulan los extractos de algas como bioestimulantes para las plantas.
También hemos mencionado la patente de Haber-Bosch para sintetizar el amoniaco a partir del nitrógeno atmosférico y que, entre otros usos, ha permitido la producción de fertilizantes.
En estas últimas décadas, se ha pasado de la fertilización convencional basada en NPK a los biofertilizantes y bioestimulantes como alternativa de futuro. En este contexto, nos encontramos en un momento de inflexión que está cambiando la nutrición vegetal tal y como la conocemos.
La fertilización de cultivos está experimentando un intenso proceso de transformación. En este contexto, las nuevas políticas europeas, las exigencias medioambientales, la necesidad de alcanzar una mayor eficiencia en su aplicación, etc., están acelerando toda esta serie de cambios.
Agronutrientes, bioestimulantes agrícolas, biofertilizantes, microorganismos beneficiosos para el suelo, etc. son palabras llenas de contenidos tecnológicos que ya están cambiando las reglas en la fertilización de las plantas.
Vemos que los temas son muchos. Pero para terminar y dado su actualidad ¿cómo ha irrumpido internet en la producción agrícola?
Sí. La evolución de la mecanización tanto de producción como de recolección y postcosecha, estructuras de cultivo (invernaderos, umbráculos, …), los equipos de control climático como plásticos (antigoteo, térmico, tricapas, fotoselectivos, etc.), mallas de sombreo y monofilamento, pantallas térmicas, humificadores, CO2, iluminación artificial, robotización, usos de drones, etc. para donde miremos hay tecnologías que han, están y cambiaran la producción agrícola.
Pero centrados en internet, ha potenciado y acelerado estos avances. La información sobre cualquier ámbito de la actividad está a disposición de todos, los 365 del año sus 24 horas. Las innovaciones se transfieren a velocidad nunca antes conocida. Nos permite monitorizar a distancia lo que pasa en nuestras instalaciones de producción e incluso actuar en consecuencia en modo remoto.
Gracias a la tecnología 5G, quinta generación de las tecnologías y estándares de comunicación inalámbrica, permite el guiado de maquinaria autónoma con exactitud, por lo que ver tractores y cosechadoras trabajando solas en grandes extensiones de cultivo no es ciencia ficción.
Como tecnología y soporte, nos da la posibilidad es estar conectados vía móvil. Y con el Internet de las cosas (IoT), el acceso de nuevos servicios y gestión de datos y herramientas, la imaginación pone el límite. Si hace unos años, la tecnología viajaba en maleta, ahora lo hace mediante internet.
Por cierto. También tenemos que tener en cuenta la entrada en escena de la gran distribución. Con ella y de la mano de la logística, se ha normalizado nuevos conceptos alimentarios, productos de contraestación, globalización, … que la producción agrícola, en su espacio, se ha mostrado como aliado estratégico.